viernes, 4 de diciembre de 2009

Panki y el Guerrero

Buscando información acerca de distintos relatos de Ciro Alegría, encontré este interesante cuento fantasioso; en el cual me dejó anonadado la imaginación del autor.

Transcribo este cuento tal y como lo encontré de tal manera de que el lector pueda degustarlo, sabiendo que está en las mismas palabras de Alegría.

Hace muchos años, en una laguna de aguas negras, vivía una enorme boa (Panki para los nativos, anaconda para los foráneos), que tenía atemorizado al pueblo aguaruna, a pesar que sus habitantes estaban acostumbrados a lidiar con ellas y vencerlas con sus arpones y cerbatanas. Su descomunal figura espantaba a todo aquél que intentara matarla. Hombres y animales eran engullidos por la bestia que se había apoderado de la laguna y de la tranquilidad de los aguarunas. Cualquier arma era insuficiente para dañarla, tal parecía, que era invencible; hasta que llegó a la aldea de Yacuma, un bravo y astuto guerrero, que lucía en su pecho, tal como lo demanda el rito aguaruna, la cabeza reducida de sus enemigos vencidos por su fuerza y valentía.
Yacuma fue al encuentro de la Panki, armado no solo de arpones y cuchillos. Sino también de inteligencia. Coció una olla especial donde metió el cuerpo y dos vasijas más pequeñas para los brazos, en una de cuyas manos estaba un cuchillo.
Cuando la boa lo vio, reptando siniestramente se acercó y lo engulló, la treta había resultado. Una vez dentro de la bestia, Yacuma clavó el cuchillo en el corazón de la bestia, quien retorciéndose de dolor, tardó en morir. El valiente abrió un boquete y salio para ganar la orilla de la luguna ensangrentada. Lamentablemente, los líquidos venenosos de la serpiente le había rajado el cuerpo y murió desangrado, pero con la satisfacción de haber liberado a su pueblo del horrendo animal. Dicen los aguarunas que jamás se volvió a ver semejante Panki por esos lares y la hazaña de Yacuma se recuerda de generación en generación.

(Relatos, 1968).


Bladimir Silva Romero